A propósito del "Código Da Vinci"
“La comunicación es la trasmisión de aquellos hechos considerados como ciertos o verdaderos”, en aquellos casos que hechos considerados ciertos y en un momento determinado fueron descubiertos como falsos, el hecho cierto que se registra, es que se mintió o se falseó la verdad.
A nadie debe escapar el hecho cierto que todos o por lo menos la mayoría de los apóstoles escribieron sus propios evangelios; incluso la Virgen Madre de Jesús con la ayuda de Juan, habría escrito sus propias memorias; y entonces, por qué no Judas y María Magdalena.
Mateo y Judas (el Iscariote) fueron los discípulos más ilustrados entre los doce apóstoles; los otros eran hombres corrientes, pescadores la mayoría de ellos. El primero lega sus evangelios que la Iglesia acepta e incorpora a la Biblia que se consolida y ordena en la época del emperador Constantino en el siglo IV; el segundo con una mente cuestionadora muy desarrollada, consideraba a Jesús como un ser excepcional, pero no aceptaba su dimensión divina (de Hijo de Dios) y según la historia oficial decidió entregarlo para terminar con lo que él consideraba un peligro. Los gnósticos (muchos de ellos escribas y reproductores de escritos anteriores), habrían elaborado los hoy descubiertos evangelios que se atribuyen a Judas y que asignan a este una encomienda divina en su sacrificio, evangelios que naturalmente concluyen con la muerte de quien los habría escrito según el descubrimiento que últimamente ha tomado actualidad. Siempre queda la pregunta ¿por qué a Judas se le asignó el rol del sacrificio de traicionar a Jesús?. La respuesta puede ser: o por elección propia –versión oficial de la Biblia- que lo llevó al arrepentimiento a través del suicidio con lo cual habrá recibido el perdón; o por decisión divina que es lo que sostienen los evangelios apócrifos bajo comentario.
Tomás, el más escéptico de los apóstoles, también habría escrito sus evangelios considerados apócrifos por la Iglesia Católica y en ellos se atribuyen al Señor, palabras realmente profundas que sin duda darían mucho que pensar sobre la presencia del espíritu en el ser humano y la prolongación en el camino del alma. Se recordará que Jesús después de resucitado, al único que permite tocarlo es a Tomás, para dejar el mayor de los mensajes de fe.
Juan, a quien se le reconoce como el cuarto evangelista en el Nuevo Testamento, escribe además sus “cartas”, el “Apocalipsis” y habría ayudado a la Virgen María en los –también apócrifos- evangelios que se le atribuyen. En suma habría sido el de mayor producción entre todos los discípulos.
Llegamos a María Magdalena que según observaciones plausibles, habría sido la autora de los evangelios que la Iglesia en la Biblia, atribuye a Juan. Es importante mencionar que ni Mateo, ni Marcos, ni Lucas en sus respectivos evangelios, mencionan la presencia de Juan en el pasaje de la crucifixión y por cierto, tampoco las palabras de Jesús dirigiéndose a la Virgen: “Mujer ahí tienes a tu hijo”; e inmediatamente dirigiéndose al discípulo amado: “ahí tienes a tu Madre”. Además de la confusión que se genera sobre la llegada al sepulcro cuando la resurrección; todos estos hechos referidos al “discípulo bien amado”, que sería el autor de los cuartos evangelios y que en la realidad no sería Juan, sino María Magdalena; pero además, están los evangelios apócrifos atribuidos a ella misma y donde a través de palabras asignadas a Jesús -y que no podrían tener otra fuente por su profundidad y proyección- se colige lo relativo al camino del alma hacia la degradación o hacia la perfección, lo que implicaría muchas dificultades a la iglesia en cuanto a su interpretación y relación con determinados dogmas para la cuales se impone aceptación a los fieles, más allá de un legítimo acto de fe.
Jesucristo –el Hijo- aunque era un ser especial en el que concurría la naturaleza divina, fue enviado por el Padre para vivir como un “ser humano”, como hombre (su naturaleza en la tierra); a pasar alegrías y tristezas (sufrió mucho cuando murió José); a ayudar y dar paz, a amar como a sentir indignación y rabia (cuando echó a los mercaderes del templo); a experimentar éxitos y fracasos (p.e. cuando todos sus apóstoles desaparecieron al ser aprendido); a sentir miedo y debilidad; a sufrir –en su caso- de manera extrema y muy singular, con estoicismo y fortaleza, soportando –además de la injusticia- los más intensos dolores. ¿Quién puede decir que no fue humano?; ¿quién puede decir que no fue un hombre excepcional, pero hombre al fin?.
Pero ello, de ninguna manera –aún teniendo en cuenta las costumbres judías, muchas de las cuales pasó por encima Jesús- puede llevarnos a afirmar que El y María Magdalena fueron marido y mujer (que por otro lado, desde la perspectiva de una simple reflexión, no habría tenido nada de malo u observable, más allá de dejar sin su mayor sustento al tradicional celibato de los sacerdotes en la Iglesia Católica); menos aún a que haya tenido descendencia que en su supuesto rol de padre, le habría dado al sacrificio de Jesús, una dimensión de irresponsabilidad terrenal. Naturalmente, para hacer un análisis más certero de estas implicancias, se requiere de conocimientos teológicos que están en un nivel de elaboración más complejo que la de un simple análisis o reflexión cuestionadora.
Llegamos a la novela de Dan Brown y podemos concluir que simplemente es eso: una novela. Si el señor Brown hubiera vivido y escrito su best seller en los años 40 ó 50 del siglo XX, sin duda habría tenido como protagonistas a los Jesuitas, que en ese momento tenían el poder económico en la organización. Dado que -desde el pontificado de Juan Pablo II- ese poder lo ostenta el Opus Dei, pues ese rol protagónico se lo asigna el autor de la novela a los seguidores de Monseñor Escribá. El pertenecer al Opus Dei termina siendo el ejercicio de libertad de quien así lo decida y ello no es criticable ni mucho menos. La influencia o la pretensión de influir y la presunta o evidente discriminación de género, es la que entra en el terreno de lo observable y da fertilidad al terreno que toca la novela de Brown.
Los asesinatos que se cometen a lo largo de la trama aparentemente en nombre de preservar la tradición católica de Cristo, con la pretensión de “sacrificios”, son parte de la intriga novelesca apareciendo como cometidos por el Opus Dei, para finalmente determinarse que quien manipulaba su comisión era un extravagante sir inglés obsesionado con el Santo Grial y que es quien expone el escenario y el análisis polémico de fondo, con base a la pintura de "La Ultima Cena" de Da Vinci.
El comentario de Manuel Sánchez Hurtado de la Oficina de Información del Opus Dei en Roma, resulta alturado, debiendo comentarse que una obra como esta sólo influirá negativamente en personas débiles en su fe o en su mente; creo que no hay que preocuparse demasiado y más bien hay que tomar las lecciones de todos estos acontecimientos –ficticios o no- para que las organizaciones cristianas -especialmente la católica- ajusten sus formas y se acerquen más a sus feligreses con base al amor y no al miedo.
Volviendo a la novela si se quiere entrar a la polémica, todo terminará en la discusión eterna de la disputa entre la ciencia y la religión, sobre si Dios existe o no. “El Código Da Vinci”, se centra en la divinidad femenina y no parece cuestionar en extremo la existencia de Dios, que Dan Brown sí pone en cuestión en su anterior obra: “Angeles y Demonios”.
Y entonces se habrá de diferenciar entre Religión e Iglesia. Lo primero es un esquema que se sustenta en hechos que se creen ciertos y que por tanto son comunicados de generación a generación y que dan paso a las creencias y a la fe, con algún contenido de tradición. La Iglesia es la “organización” que gobierna –o por lo menos pretende gobernar- la religión y conducir a sus feligreses; pero como cualquier organización, está sujeta a los vaivenes del poder y hasta de la intriga para prevalecer y dominar, por tanto es propicia a la manipulación y a la verticalidad, dejando muchas veces muy poco espacio al conocimiento.
La Cristiandad y específicamente la Iglesia Católica-Apostólica-Romana, toma forma organizada con Constantino en el Siglo IV, a partir del Concilio de Nicea (año 325) en el cual se deciden qué evangelios se aceptan y cuales no, conformándose así el Nuevo Testamento de la Biblia; los demás se destruyen y algunos se logran ocultar (hoy ya descubiertos, son conocidos como apócrifos o no reconocidos por la Iglesia). El iniciador –Constantino- se convierte a partir del mencionado concilio, en el Sumo Pontífice. Allí nace la organización y las bases y dogmas de la religión cristiana.
En cuanto a Da Vinci mismo, él fue un genio que se adelantó siglos a su época y todo lo novedoso que produjo o envisionó con fecunda imaginación creativa y arte, lo legó en códigos a la posteridad, pues en esa época no habría sido entendido y habría corrido el riesgo de ser sindicado como practicante de brujería. El no incluir en su pintura de “La Ultima Cena” el cáliz (la copa de alabastro) -que se encontraría en una iglesia en España- es interpretado no como una omisión, sino como un mensaje en código y se elabora por ello la teoría que el cáliz era el útero de María Magdalena, sindicada en el cuadro en el lugar de Juan. El cuadro de Da Vinci, es eso una pintura, una obra de arte y nada más.
Por otro lado, los celos de Pedro mencionados en la novela, son normales en una concepción machista de la vida de Cristo; pero ello no quiere decir que la frase “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia” se la haya referido a María Magdalena y no a Pedro (cuya nombre precisamente quiere decir “piedra”). Nadie por otro lado, puede negar que Cristo haya amado a María Magdalena, como asimismo amó a sus discípulos y a otras mujeres que estuvieron cerca de El, incluyendo por cierto a su Madre; de la misma forma, que haya tenido un amor con predilección por ella, como tuvo predilección por Pedro, pero eso nada tiene que ver con lo que se elabora de manera novelesca en la obra de Brown. Lo que sí es definitivo, es que Cristo no fue machista, fue una entidad excepcional, pero como hombre un ser normal; y la exclusión o el poner de lado o en un plano inferior a la mujer en el camino de la religión, es obra de los hombres y de los equivocados esquemas de sus organizaciones.
Reproduzco el evangelio según san Juan (21, 20-25) del día de hoy sábado 03/06/2006, que podemos decir resultaría bastante claro si lo leemos como si lo hubiera escrito María Magdalena y no Juan (lo que no escapa a una posibilidad cierta):
“En aquel tiempo, Jesús dijo a Pedro: “Sígueme”. Pedro, volviendo la cara, vio que iba detrás de ellos el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre su pecho y le había preguntado: ‘Señor, ¿quién es el que te va a traicionar?’ ... Al verlo, Pedro le dijo a Jesús: 'Señor, ¿qué va a pasar con éste?' ... Jesús le respondió: 'Si yo quiero que éste permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué te importa?. Tú, sígueme'.
Por esta razón comenzó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no habría de morir. Pero Jesús no dijo que no moriría, dijo simplemente: ‘Si yo quiero que permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué te importa?' ... Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito aquí; y nosotros sabemos que dice la verdad ... Jesús hizo también otras muchas cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros”... Nota.- es evidente que la expresión de Pedro conlleva una rivalidad o celos, respecto al “discípulo bien amado”; la respuesta de Jesús es clara y contundente: “no te metas”. Este pasaje de la Biblia hace que Da Vinci incluya en la "Ultima Cena" a María Magadalena y exluya -sin tener una razón para hacerlo- a Juan; es decir, en la última cena habrían acompañado a Cristo 13 personas (los doce apóstoles más María Magdalena).
Precisamente –en el pasaje de la resurrección- María Magdalena al entrar al sepulcro es la primera que ve a Cristo resucitado (también según el evangelio de san Juan 20, 16-18):
“Jesús le dijo: ‘María’: Ella dio vuelta y dijo 'Rabboni' que quiere decir 'Maestro' ... Jesús le dijo: ‘Suéltame –no permitió que lo toque- pues aún no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre que es el Padre de Ustedes; y a mi Dios que es el Dios de Ustedes’ ... María Magdalena se fue y dijo a los discípulos: ‘He visto al Señor y me ha dicho esto’”
María Magdalena, fue una mujer extraordinaria que sin duda amo a Cristo, pero de allí a afirmarla como su concubina o a darle una dimensión divina más allá de su santidad -dentro se una concepción novelesca- por la elucubración de sectas secretas ya milenarias, que son también –aunque subterráneas- organizaciones poderosas, parece una exageración. No hay razón para hacer diferencias entre los géneros masculino y femenino, que son iguales ante Dios; eso es inaceptable. Pero proyectar ello a la divinidad, termina siendo únicamente una convención.
Algún día -tal vez- si la ciencia deja de justificarse bajo el cómodo tránsito de la provisionalidad, podremos explicar la creación y entender los misterios de la concepción y la resurrección de Cristo y lo que aconteció inmediatamente después; e incluso podremos entender la Divina Trinidad y la inmortalidad del alma; y la misma vida humana de Cristo. En el curso del tiempo, sólo podremos reflexionar –incluso de manera analítica y hasta crítica- creer y tener fe; o no creer y tener como destino o premio, el vacío del fin.
Mientras tanto, quedaremos en espera de la Verdad ...
Junio 2006
Documentos sobre temas generales de interés. Artículos sobre Política, Economía, Sustentabilidad, Desarrollo Empresarial y actualidad en general, con énfasis en la Realidad Peruana - Luis Bravo Villarán; Perfil: https://www.google.com/profiles/luisbravovillaran#about