miércoles, enero 11, 2006

49. Serie de Artículos por Luis Bravo Rovai

Minería sí: ¿cómo?
por Luis Bravo Rovai

El Perú es y será un país minero, no cabe duda al respecto. Por sobre los 3,500 a 4,000 metros de altura no hay mayor actividad económica significativa que la minería (aunque se debe tener en cuenta el valor de los servicios que dichas áreas geográficas brindan a través de su rol en los ecosistemas locales y globales); más del 20% de nuestro territorio está por sobre dicha altitud. De otro lado, sería mezquino no reconocer que la minería moderna en nuestro país, especialmente la gran y mediana minería, ha mejorado la calidad de sus operaciones significativamente, a todo nivel y ámbito; sin embargo, ¿por qué tantos problemas con la actividad minera en los últimos tiempos? Se debe tener en cuenta la gran responsabilidad existente por parte de los agitadores sociales profesionales -muchos con más de una agenda oculta y con fuentes de financiamiento- las motivaciones políticas y el descuido del Estado de sus obligaciones; sin embargo, enfocaré el problema, a título personal, desde la perspectiva de la empresa minera, dado que, entre otros motivos, “el que más sabe y tiene es el que más puede y debe”.

Partiremos del principio básico del respeto al estado de derecho, para desde allí, centrarnos en las causas del problema y no en los síntomas. Evitar las movilizaciones no autorizadas vía represión puede tener resultados en el corto plazo, pero no ser efectivo en el largo plazo.

La visión moderna de manejo de riesgos nos lleva a reconocer que si un evento o una contingencia puede afectar materialmente el desempeño y rendimiento de las operaciones de una empresa, entonces es un riesgo relevante al cual la empresa misma debe prestar atención ya sea vía su retención (mitigación) y/o transferencia (financiamiento).

La historia contemporánea -para no remontarnos hasta la época de la Colonia- de la minería en nuestro país, arroja un saldo desfavorable desde el punto de vista social y ambiental, principalmente, porque gran parte de la misma fue llevada a cabo por el Estado. Por lo tanto, no considerar los pasivos tangibles (p.e. contaminación) e intangibles (p.e. reputación de la actividad) de dicha historia, como parte de los riesgos de la gestión minera moderna, por el simple hecho de que no fueron causados por la misma, no resulta prudente. Ello podría explicar parcialmente por qué buena parte de las poblaciones afectadas indirectamente por la minería sirven de caldo de cultivo para ser movilizados y protestar.

De otro lado, es indispensable identificar y respetar la cosmovisión (cultura: mapa mental) de las poblaciones ubicadas en las zonas de influencia de las operaciones mineras (es claro que un mismo evento puede tener tantas lecturas / interpretaciones -verdades o no- como personas lo vivan o presencien), y hacerlas parte del sistema minero, el cual a su vez debería adecuarse en lo posible y pertinente, al sistema existente que lo precede. No basta con ofrecer a los pobladores servicios básicos de salud, educación e infraestructura, que por lo demás apuntan más al bienestar físico, que al de la realización personal. Entendemos a la “licencia social” de operación, no como un logro el cual se obtiene en un determinado momento y por un determinado plazo, sino, por el contrario, como un proceso al cual se somete la empresa día a día.

Consideramos que las ciencias medioambientales están aún, en términos relativos, en una etapa primaria en cuanto al “stock del conocimiento”, por lo que, las leyes y regulaciones ambientales tienden a ser reactivas. Por ello, resulta indispensable que la actividad minera se guíe por el espíritu de las normas y vaya más allá de lo que las leyes exigen (cumplir con ellas, p.e. requisitos actuales de un Estudio de Impacto Ambiental, incluido el Plan de Manejo Ambiental, es una exigencia mínima), ya que es casi seguro que mañana éstas evolucionarán creando nuevos riesgos y oportunidades para el sector.

Finalmente, resulta claro que la actividad minera (como cualquier otra) genera impactos, en mayor o menor medida, a nivel tanto ambiental como social y económico; lo importante es darlos a conocer, comunicándolos efectivamente -en función del público objetivo-, el cual debe incluir también a la opinión pública. En este contexto, la pregunta pertinente sería: ¿Qué implica realmente la minería moderna en el Perú?; o es que nos podemos dar el lujo de detener dicha actividad? Intentaremos esbozar algunas aproximaciones en futuros artículos.


Crecer, crecer y crecer….
por Luis Bravo Rovai

Todos deseamos que nuestra economía crezca más rápido de lo que lo ha venido haciendo -promedio de 4.2% anual en los últimos 48 meses-, con la consecuencia de alcanzar mayores niveles de bienestar, e identificamos que para ello hay que ser más competitivos. Sin embargo, nos olvidamos de que el crecimiento, especialmente en países como el nuestro, también trae problemas, tales como: i) la contaminación y el deterioro del medioambiente, ii) el incremento de las diferencias sociales, postergando aún más a los menos favorecidos, iii) el fortalecimiento de la percepción de que vivir bajo los estándares de la modernidad es la manera de vivir, aún por sobre las demás opciones, entre otros problemas. ¿Qué solución solemos plantear a esos problemas?: ¡más crecimiento!. Así, alineamos nuestros objetivos en: crecer (crecer más) y ser más competitivos.

No hay que perder de vista que los objetivos de un sistema determinan los componentes relevantes del mismo, los premios y los castigos referidos a la forma en que éstos deben interactuar, quedando usualmente marginados aquellos elementos considerados no relevantes para la consecución de dichas metas, elementos cuya no identificación ni entendimiento está en función directa a la velocidad de cambio del sistema (p.e. crecimiento); sin embargo, si éstos elementos son relevantes para el buen funcionamiento del sistema, tarde o temprano sus efectos se manifestarán. Bien dicen que para evitar accidentes en auto, ir despacio es más afectivo que tener buenos frenos!; en otras palabras, hay que dar tiempo para que la información sea identificada, se procese y se pueda tomar mejores decisiones.

Para identificar un caso, si los intereses de los stakeholders (grupos de interés afectados directa y/o indirectamente por las operaciones de una empresa) no están considerados dentro de la visión y misión de una empresa, los temas, por ejemplo, de responsabilidad social y ambiental, serán básicamente temas de posicionamiento (manejo de intangibles) accesorios a la operación propia de la empresa; es decir, no serán parte de su día a día.

Asimismo, es cierto que es más simple y por lo mismo más efectivo, para alinear los elementos de un sistema, el tener pocos objetivos en vez de muchos, pero también es cierto que la segunda alternativa incrementará la viabilidad del sistema en el tiempo; es decir, lo hará más sostenible (tendrá más y mejores raíces).

Cuando la “casa” está en desorden se debe priorizar la efectividad al actuar; es decir “qué hacer” y “hacerlo”, pero, cuando se trata de hacerla funcionar mejor, hay que priorizar la forma de lo que se hace; es decir, “cómo hacerlo”, y para ello resulta pertinente consultar a las partes involucradas, con el objetivo no sólo de obtener puntos de vista adicionales, pero de lograr entender y aceptar la forma en que se va a proceder.

Finalmente, resulta obvio que en un mundo de recursos escasos y necesidades infinitas ser ineficientes (desperdiciar recursos, desaprovechar oportunidades) es más que injusto; sin embargo, a título personal, considero relevante hacernos las siguientes preguntas: ¿se debe crecer a cualquier precio?, más aún, ¿se debe apostar por crecer rápidamente no teniendo una idea mas o menos clara de la futura factura?


¿La globalización necesariamente implica desarrollo para las economías emergentes?
por Luis Bravo Rovai

A. Smith y D. Ricardo identificaron que la división del trabajo permite incrementar la producción y reducir los costos; y que el comercio exterior potencia dicha especialización a nivel de cada economía (ventajas comparativas). Asimismo, establecieron que los agentes económicos en su búsqueda del bienestar personal lograban maximizar el bienestar social. Estos conceptos constituyen los pilares del pensamiento económico que soporta la globalización de los mercados. Sin embargo, es importante identificar algunos de los potenciales riesgos de la globalización de los mismos. El pensamiento económico contemporáneo ha logrado importantes avances de los conceptos clásicos, gracias a R. Coase, quien identificó y resumió claramente una de las imperfecciones más importantes de los mercados: los costos de transacción, demostrando que los mercados presentan fricciones (ineficiencias) al operar; y a J. Nash, quien determinó que ante imperfecciones del mercado (p.e. información asimétrica e incompleta), los agentes económicos en la búsqueda del bienestar personal tienden a lograr niveles sub-óptimos de bienestar social.

En un mundo de información imperfecta (no lo sabemos todo) y asimétrica (no todos sabemos lo mismo), la información en si misma, es un bien escaso y por lo tanto de valor. La reputación de una empresa se vuelve valiosa al ser un “stock o cúmulo” de información que le antecede. Asimismo, debemos reconocer que la reputación es frágil: construir una “buena reputación” requiere de esfuerzo y tiempo, sin embargo perderla es relativamente simple e implica costos. Gracias a la “visibilidad” de las acciones, es que se puede construir con mayor facilidad una reputación; es decir, a mayor visibilidad de las acciones, mayor la información disponible para nutrir y/o destruir una reputación.
Cuando: i) la industria (características inherentes), ii) la empresa (prácticas usadas), ni iii) el producto (proceso producción) son visibles para los consumidores y/u opinión pública, es muy probable que la globalización, al incrementar los posibles escenarios de acción -más aún si en economías emergentes la información fluye con menos rapidez y calidad- diluya aún más, la relativa poca información que se tiene sobre los tres elementos antes señalados. Incrementándose así, el riesgo de aplicar prácticas ambientales y sociales no apropiadas. Aunque debemos reconocer que lo opuesto -que al menos uno de los tres elementos mencionados sea visible- es sólo una condición necesaria, más no suficiente para fomentar una globalización responsable (p.e uso de las mejores prácticas).

En el caso de los commodities por ejemplo, las funciones utilitarias que proveen están estandarizadas y se requiere -grosso modo- de sólo dos parámetros para su comercialización: precio y cantidad. Los estándares de la industria, las características particulares de su proceso de producción y las prácticas de gestión de las empresas productoras generalmente no pueden ser inferidos a partir del producto. ¿De dónde viene el metal con que están hechos los lentes que usamos? ¿quién y cómo lo produjo? En este caso el producto no es “visible” para el consumidor y la opinión pública, por lo tanto puede que haya sido obtenido bajo estándares sociales y ambientales pobres. Sin embargo, gracias al avance de las ciencias naturales y sociales, y de las comunicaciones, los impactos ambientales y sociales de las diferentes industrias relacionadas a la producción de commodities están siendo cada vez más “visibles”y monitoreados. Finalmente, se puede apreciar que las grandes empresas -que usualmente cotizan en bolsa-, relacionadas a commodities tienden a poseer una reputación (imagen/intangible) con un valor muy importante, reputación que alimentan y cuidan con las decisiones y acciones que toman, lo que requiere que en promedio utilicen las mejores prácticas existentes y eleven los estándares de las diferentes locaciones en donde operan.

Entonces, para competir de manera sostenible (desarrollo) en un mundo cada vez más globalizado, no basta con atraer capitales bajo estrictos requerimientos contractuales, sino que es más importante, el intangible que acompaña a estos capitales. Así, deberíamos tratar de responder: ¿tiene la empresa mucho que perder más allá del capital comprometido si no cumple con los compromisos asumidos? y/o ¿cuenta con socios inversionistas y/o comerciales con intangibles importantes? La globalización de los mercados, especialmente en el sector de commodities, puede incrementar los riesgos de malas prácticas sociales y ambientales, sobre todo en países emergentes como el nuestro.


¿Buenos políticos o políticos buenos….?
por Luis Bravo Rovai

En el artículo “¿Puede el egoísmo salvar al medioambiente?” (1993), M. Ridley (un economista) y B. Low (una bióloga evolutiva), analizan y comparan la conducta humana y animal, a la luz de los fundamentos de la teoría de precios, de la teoría de juegos y de la ecología, y concluyen en que sí es posible. El requisito: que el horizonte de decisión de los partícipes de un sistema sea el largo plazo. Aunque la suficiencia de dicho requisito es discutible, su aceptación como necesario, resulta de sentido común[1] si se desea construir un sistema viable para las generaciones futuras.

Los economistas neo-institucionales consideran que uno de los objetivos más importantes para los políticos es retener el poder. Lamentablemente, ello no garantiza que éstos tomen decisiones en función de su impacto de largo plazo. Ya que la conducta de éstos gira alrededor del beneficio esperado que dicho poder genera, y al ser “esperado”, ello implica considerar la probabilidad asignada a mantener (retomar) dicho poder en el corto plazo.

En un sistema político con muchas y variadas agrupaciones políticas, donde casi todas existen alrededor de caudillos y surgen producto de los requisitos legales, por sobre el principio de ser los partidos políticos los vehículos apropiados para desarrollar la vida política de un país, la probabilidad de que el poder pueda ser mantenido (p.e. re-elección) resulta baja, salvo se utilice el poder del Estado para incrementarla. Un verdadero partido político, no sólo provee de estabilidad al sistema, a través de la estabilidad de sus principios[2], también permite a los líderes políticos la posibilidad de continuar beneficiándose de la permanencia del partido en el poder, aún cuando ello signifique que muchos de estos líderes no estén en cargos públicos[3].

Es por ello, que sistemas políticos con pocos y sólidos partidos políticos (instituciones) suelen ser desarrollados[4], porque inducen a los líderes políticos a tomar en cuenta las consecuencias de sus decisiones en el largo plazo. Sin embargo, ello no es suficiente para garantizar se “actúe largo-plazo”, y así estar más cerca de un desarrollo sostenible. En mi opinión existen por lo menos dos temas a considerar que mediatizan dicha conducta. La asimetría e imperfección de la información, que permite la existencia del clientelismo político, y el insuficiente conocimiento científico, que se refleja en nuestro limitado entendimiento de los ecosistemas que soportan la vida humana, y de los, cada vez más complejos, sistemas económico-sociales que construimos.

Resulta claro que si queremos acercarnos al desarrollo sostenible (económico, social y medioambiental), debemos comenzar por apuntar lograr las condiciones necesarias para ello, que entre otras, pasan por tener un sistema político (uno de los sistemas más poderosos ya que éste genera muchas de las “reglas” que rigen al resto de sistemas) que incentive a los políticos a tomar sus decisiones en función del largo plazo.

Aunque aún no hay forma de garantizar que ello ocurra, bajo nuestro actual sistema político corremos el riesgo de estar cada vez más lejos de lograrlo; y cada vez más cerca de perpetuarnos en una miopía cortoplacista. Por ello resulta impostergable generar una corriente de opinión que resalte las razones de largo plazo por las cuales elegimos a nuestros gobernantes y así estar más cerca de tener buenos políticos.

[1] La ecología evolutiva ha demostrado que las conductas cooperativas de especies no humanas se sustentan en beneficios a nivel individual. Dichos beneficios están en función del objetivo de éstas: “pasar la mayor cantidad de genes (a nivel individual) a la siguiente generación”.

[2] Aquí radicaría uno de sus problemas también: la poca flexibilidad o capacidad de ajuste de las organizaciones frente a cambios en el medio.

[3] La capacidad de los partidos de ejercer control sobre sus líderes también debe considerarse como un beneficio adicional.

[4]Ya que incrementan la probabilidad de mantener o retomar el poder. EEUU, Gran Bretaña, entre otros.

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