Marzo 13, 2005
ENSAYO: Economía y Religión
El Manifiesto Calvinista
Por FRANCIS FUKUYAMA
Este año es el centésimo (100) aniversario de la obra sociológica más famosa jamás escrita, “La Etica Protestante y el Espíritu del Capitalismo'' de Max Weber. Se trata de un libro que golpeó a Karl Marx en la cabeza. La religión, según Weber, no era una ideología producida por intereses económicos (“el opio de las masas'' como Marx lo proponía); en cambio, fue la que hizo posible el mundo capitalista moderno. En la actual década, cuando las culturas parecen colisionar y se culpa frecuentemente a la religión por la fallas de la modernidad y de la democracia en el mundo Musulmán, el libro de Weber y sus ideas ameritan una nueva mirada.
El argumento de Weber es centrado como un Protestantismo ascético.
Él dijo que la doctrina calvinista de la predestinación condujo a los creyentes a intentar demostrar su status elegido, lo que hicieron entrando al comercio y a la acumulación de riqueza. De esta manera, el Protestantismo creó la ética del trabajo -es decir, el valorar el trabajo por sí mismo, más que por sus resultados- y demolió la más vieja doctrina Católica-Aristotélica que uno debe tener solamente tanta abundancia como necesita vivir bien y no más. Además, el Protestantismo amonestó a sus creyentes para que se comportasen con la debida moral fuera de los límites de la familia, lo que era crucial para crear un sistema de confianza social.
La tesis de Weber fue polémica desde del momento que fue publicada. Varios eruditos indicaron que estaba empíricamente equivocado acerca de la actuación económica superior de los protestantes sobre los católicos; que las sociedades católicas habían comenzado a desarrollar el capitalismo moderno mucho antes que la Reforma; y es la Contra-Reforma más que el catolicismo en sí que había conducido al atraso económico. El economista alemán Werner Sombart reclamó haber encontrado el equivalente funcional de la ética protestantes en el judaísmo; Robert Bellah lo descubrió en el budismo de Tokugawa en Japón.
Seguro es decir, que la mayoría de los economistas contemporáneos no toman seriamente la hipótesis de Weber, o cualquier otra teoría culturalista de desarrollo económico. Muchos sostienen que la cultura es una categoría residual en la cual los científicos sociales perezosos se refugian cuando no pueden desarrollar una teoría más rigurosa. Hay de hecho razón de ser cauteloso sobre usar la cultura para explicar resultados económicos y políticos. Las mismas escrituras de Weber sobre las otras grandes religiones del mundo y su impacto en la modernización sirven de advertencia. Su libro “La religión de China: Confucionismo y Taoismo” (1916) toma una muy mala visión de las perspectivas del desarrollo económico en la China de Confucio, cuya cultura -él comenta en un punto- proporciona un obstáculo levemente menor a la aparición del capitalismo moderno en el caso del Japón.
Lo qué detuvo el desarrollo en la China y Japón tradicionales -ahora lo entendemos- no fue la cultura, sino instituciones sofocantes, malas políticas o políticas equivocadas. Una vez que éstas fueran arregladas, ambas sociedades surgieron. La cultura es solamente una de muchos factores que determinen el éxito de una sociedad. Ésta es algo a considerar cuando uno oye afirmaciones sobre que la religión del Islam explica el terrorismo, la falta de democracia u otros fenómenos en el Oriente Medio.
Al mismo tiempo, nadie puede negar la importancia de la religión y de la cultura en la determinación del porqué las instituciones trabajan mejor en algunos países que en otros. Las partes católicas de Europa eran más lentas en modernizarse económicamente que las protestantes, y demoraron en reconciliarse con la democracia. Así, mucho de lo que Samuel Huntington llamó “la tercer ola'' de la democratización ocurrió entre los años 70 y los 90 en lugares como España, Portugal y muchos países de América Latina. Aún hoy, entre las sociedades altamente seculares que llevan adelante la Unión Europea, hay una gradiente clara en actitudes políticas corruptas desde el norte protestante hasta al sur Mediterráneo. Fue la entrada de los escandinavos rechinantemente limpios en la Unión, lo que forzó en última instancia la dimisión de su Dirección Ejecutiva en 1999 por un escándalo de corrupción de menor importancia que implicaba a un ex Primer Ministro Francés.
'La Ética Protestante'' plantea preguntas mucho más profundas sobre el papel de la religión en la vida moderna que lo que sugieren la mayoría de las discusiones al respecto. Weber argumenta que en el mundo moderno, la ética del trabajo ha llegado a ser separada de las pasiones religiosas que la dieron a luz, y que ahora es parte de capitalismo racional, basado en la ciencia. Los valores para Weber no se presentan racionalmente, sino que surgen de la clase de creatividad humana que inspiró originalmente las grandes religiones del Mundo. Su última fuente -él creyó- radica en lo que él etiquetó como la “autoridad carismática” que en el significado griego original significa “tocado por Dios”. El mundo moderno, sostuvo, ha visto este tipo de autoridad llevar a una forma burocrático-racional, que amortigua el espíritu humano (que produce lo que él llamó una “caja del hierro”) aún cuando se haya generado un Mundo pacífico y próspero. La modernidad todavía es asaltada por “el fantasma de las creencias religiosas muertas'' pero se ha vaciado en gran parte de espiritualidad auténtica. Esto era especialmente cierto, Weber creía, en los Estados Unidos, en donde “la búsqueda de la abundancia, desprovista de un significado religioso y ético, tiende para llegar a ser asociada con las pasiones puramente mundanas”.
Vale la pena mirar más de cerca cómo la visión de Weber sobre el mundo moderno ha trascendido al cumplirse un siglo desde la publicación de ''La Ética Protestante”. De muchas maneras, por supuesto, ha probado ser fatalmente exacto: el capitalismo racional basado en la ciencia se ha esparcido a través del Planeta, trayendo el adelanto material a muchas partes del Mundo y soldándolo con autógena dentro de la caja de hierro que ahora llamamos globalización.
Pero es evidente que la religión y la pasión religiosa no están muertas, y no solamente debido a militancia islámica pero también debido a el aumento protestante-evangélico global que, esparcido en términos de números, rivaliza con el Islam fundamentalista como fuente de la religiosidad auténtica. El renacimiento del hinduismo entre hindúes de la clase media, o la aparición del movimiento del Falun Gong en China, o el resurgimiento de la ortodoxia del Este en Rusia y otras zonas anteriormente comunistas, o de la vibrante continuidad de la religión en América, sugiere que la secularización y el racionalismo son difícilmente los candorosos hacedores de la modernidad.
Uno puede incluso tomar una visión de conjunto de qué constituye la religión y la autoridad carismática. El último siglo fue marcado por lo que el teórico alemán Carl Schmitt etiquetó como los movimientos “político-teológicos'', como el Nazismo y el Marxismo-Leninismo, que fueron basados en compromisos apasionados con creencias en última instancia irracionales. El marxismo demandó ser científico, pero sus adherentes del mundo real siguieron a líderes como Lenin, Stalin o Mao con la clase de compromiso oculto a la autoridad que es psicológicamente indistinguible de la pasión religiosa (durante la Revolución Cultural en China, la gente debía tener cuidado sobre lo que hacía con los periódicos viejos, si algunos de ellos contenían una fotografía de Mao; y si uno se sentaba en el papel con la imagen santa o lo utilizaba para envolver un pescado, estaba en peligro de ser sindicado como contrarrevolucionario)
Asombrosamente, la visión Weberiana de una modernidad caracterizada por “los especialistas sin alma, los sensualistas sin corazón” aplica mucho más a la Europa moderna que a la América actual. Europa es hoy un continente pacífico y próspero, administrado racionalmente por la Unión Europea que es cuidadosamente secular. Los Europeos pueden continuar utilizando los términos como “derechos humanos” y “dignidad humana'' que se arraigan en los valores cristianos de su civilización, pero pocos de ellos podrían dar una cuenta coherente del porqué continúan creyendo en tales cosas. El fantasma de la creencia religiosa muerta frecuenta Europa mucho más que lo hace en América.
“La Ética Protestante” de Weber fue así tremendamente acertada como estímulo al pensamiento serio sobre la relación de los valores culturales a la modernidad. Pero como una relato histórico del surgimiento del capitalismo moderno, o como un ejercicio en la predicción social, ha resultado ser menos acertada. El siglo violento que siguió a la publicación de su libro no careció de la autoridad carismática, y el siglo en curso amenaza con lo mismo. Uno debe preguntarse si no era la nostalgia de Weber por la autenticidad espiritual -que uno pudo llamar su Nietzscheanismo- que fue descolocada, y si el vivir en la jaula del hierro del racionalismo moderno es una cosa tan terrible después de todo.
Francis Fukuyama es profesor de la Economía Política Internacional en la Escuela de Johns Hopkins de Estudios Internacionales Avanzados.
Traducido por: Luis Bravo Villarán
Copyright 2005 The New York Times Company
http://www.nytimes.com/2005/03/13/books/review/013FUKUYA.html?8bu
Documentos sobre temas generales de interés. Artículos sobre Política, Economía, Sustentabilidad, Desarrollo Empresarial y actualidad en general, con énfasis en la Realidad Peruana - Luis Bravo Villarán; Perfil: https://www.google.com/profiles/luisbravovillaran#about
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1 comentario:
Estimado Lucho:
Interesante el articulo, pero es cierto la cultura puede ser determinante en el exito economico de la sociedad, nuestro querido pueblo ha sido bombardeado por siglos con eso de "es mas facil que un camello pase por el hueco de una aguja.....y el 99 % del pueblo piensa en la aguja de coser. ¿Entonces progresar economicamente es el camino a la condenacion? ¿La riqueza siempre es mala? ¿ Ser pobre es el camino? En las sociedades evangelicas la gente dice "estoy pobre", en nuestra cultura dicen "Soy pobre" en el primer caso es un estado temporal, en el nuestro es una connotacion casi genetica y por lo tanto irreversible, y por ultimo una pregunta en los siglos de dominicacion española religiosa ¿ No les convenia que la masa se considerara geneticamente pobre? ¿ No era acaso la herramienta ideal de dominacion?
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